El sable que une cielo y tierra – Parte I

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Ame no Ukihashi Ken, el sable que une cielo y tierra – Parte I

Traducción de Articulo de Régis Soavi sobre el tema del sable en el Aikido publicado en Dragon Magazine (Spécial Aikido nº12) – Abril 2016

Traductor: Javier López de Sabando

 

En la práctica del Aikido, siempre me ha gustado el Ken. El sable, como el Kyudo tal y como lo describe Herrigel en su libro sobre el tiro con arco, es una extensión del cuerpo humano, una vía de realización del ser. En nuestra Escuela, el primer acto al principio de la práctica es un saludo con el bokken delante de la caligrafía. Cada mañana, después de vestirme con el kimono y dedicar algunos minutos a la meditación en una esquina del Dojo, comienzo la práctica respiratoria por éste saludo dirigido a la caligrafía. Es para mí indispensable armonizarme con lo que me rodea, con el Universo.

El simple hecho de respirar profundamente levantando el bokken delante del tokonoma, con una caligrafía, un ikebana, cambia la naturaleza de la práctica. Se trata, para mí, de realizar Ame no Ukihashi, el puente flotante celeste, lo que vincula lo humano y lo que lo rodea, lo consciente y lo inconsciente, lo visible y lo invisible.

Durante toda la práctica respiratoria, la primera parte de la práctica, mi bokken está a mi lado, el mismo bokken desde hace cuarenta años. Es como un amigo, un viejo conocido. Me lo regaló una mujer simple y generosa que se encargaba de las ventas en la tienda cuando era un joven profesor en el Dojo del Maestro Plée en rue de la Montagne Sainte-Geneviève.

Mi estudio del sable

Itsuo Tsuda nunca enseñó el ken. Evidentemente, también lo utilizaba para el saludo delante del tokonoma al principio de la práctica y a continuación cuando corríamos en círculos alrededor de él sobre el tatami antes de ponernos en fila para mirar su demostración. Excepcionalmente lo utilizaba sobre todo para hacer demostraciones de empuje de bokken con dos compañeros, tal y como se lo había visto hacer a O Sensei Morihei Ueshiba.

De hecho, no realizo distinciones entre el Aikido a manos desnudas, con el bokken o con el jo. Lo que más importa es, según mi parecer, la fusión con la respiración del compañero. Ése otro tan diferente y sin embargo tan cercano, e incluso, a veces, tan peligroso.

Mis raíces principales en lo que a armas se refiere viene de lo que aprendí con Tatsuzawa Sensei. Es lo que más me ha influenciado. En los años setenta comencé a practicar el Hakko Ryu jujutsu con el Maestro Maroteaux. Después de lo cual me  puse a trabajar las armas en el instituto Noro dónde había cursos específicos y cuando había cursos con Tamura Sensei y Sugano Sensei, éstos formaban parte del Aikido. Lo que Tatsuzawa Sensei me enseñó es un koryu (escuela anciana), es otra cosa. En el transcurso de sus estudios en Paris, éste joven japonés (no contábamos ambos más que con una veintena de años) se presentó una tarde de improviso en el dojo dónde yo enseñaba Aikido. Entonces nos pusimos a intercambiar: él practicaba Aikido conmigo y él me enseñaba técnicas de la Escuela de su familia que trabajábamos un cierto número de horas por semana, puede que cuatro o cinco horas, durante aproximadamente dos años.

Practicábamos mucho e Iaijutsu, y el bojutsu también. Las técnicas que me enseñó me marcaron por su extrema precisión. Era el joven maestro de la Escuela de su familia, Jigo Ryu. En aquella época no conocía el nombre de ésa escuela. Hoy se ha convertido en un sensei importante, y es también el 19º maestro Bushuden Kiraku Ryu, una escuela con más de cuatro siglos de existencia.
Hay una realidad en las armas que puede faltar en la práctica del Aikido, tal y como es a veces enseñado hoy, y tiene el riesgo de convertirse en una especie de danza. O también intentamos probar al que tenemos en frente aplicando demasiada resistencia y puede convertirse en una pelea.
Con Tatsuzawa Sensei había una respiración. Una respiración que no era la misma que la que encontraba con Tsuda Sensei, pero había algo, y me gustaba lo que enseñaba. Era algo tan fino, tan preciso y tan bello que tuve el deseo de que mis alumnos se beneficiaran de ello. Y durante años, cuando realizaba cursos, decía: “Lo que acabo de enseñar es una técnica de la Escuela de Tatsuzawa Sensei.” Progresivamente, estos dos cielos, la enseñanza de Tatsuzawa Sensei, y el trabajo de sobre la respiración con Tsuda Sensei, me han llevado a dar un nombre a lo que descubría yo mismo, Ame no Ukihashi Ken, el sable que une el cielo y la tierra, el consciente y el inconsciente, lo voluntario y lo involuntario.

Hacía treinta años que Tatsuzawa Sensei y yo no nos veíamos, ¡y es en el transcurso de un viaje a Japón que nos reencontramos! Es así como después de diez años mis alumnos trabajan el arte del Bushuden Kiraku Ryu con él y uno de sus alumnos, Sai Sensei. Es para nosotros una manera de comprender mejor el origen de las técnicas que utilizamos, es una búsqueda histórica que nos permite descubrir el camino recorrido por O Sensei Ueshiba.

Continua….

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