Meditar, la aventura del Conocimiento (1ª parte)

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Introducción a una serie de 8 articulos sobre la práctica de la Meditación, extraidos de un artículo que apareció publicado en el número 31, en junio del 2016 en la revista cultural El Rapto de Europa. En él su autor reflexiona sobre la meditación y el conocimiento que nos aporta la práctica meditativa, compartiendo su experiencia en el camino del autoconocimiento a traves de la observación consciente.

Escribe:

José Manuel Vázquez. Presidente de la Asociación Shiva-Shakti de Yoga Integral. Profesor certificado por Yoga Alliance (E-RYT500) y la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY), miembro de la Unión Europea de Yoga y de la International Association of Yoga Therapists (IAYT). Es profesor reconocido por la Asociación Profesional de Profesores de Yoga de Madrid.

Director y profesor de la Escuela de Yoga, «Yoga Organico«

Autor del libro sobre Yoga «Manual de Yoga Integral para Occidentales», además de varios CDs y DVD de respiración, meditación y hatha yoga.

Primera parte: Introducción

Como punto de partida definiremos la meditación como un método de exploración del fenómeno de la percepción consciente, una técnica que indaga en la naturaleza de la mente y en sus mecanismos de percepción interior y sutil. También, definiremos el conocimiento como la habilidad de gestionar la información de manera eficaz, la capacidad de encontrar relaciones significativas entre los diversos contenidos de la mente. Tanto la meditación como el conocimiento son procesos que pueden ser entrenados y orientados a un objetivo común de mejora personal y social.

Las técnicas de meditación, independientemente de su procedencia, pertenecen a quienes las practican. Son un bien común que está a disposición de todos. Son un regalo de las más antiguas tradiciones y sus dioses y, a la vez, consecuencia natural del desarrollo de nuestras capacidades superiores. La práctica meditativa es un hecho universal que se da de forma natural donde hay un ser humano en crecimiento. Es el producto inevitable de la curiosidad y la necesidad de aprender de la especie. Las formas que ha adoptado a lo largo del tiempo en su adaptación geográfica y cultural y la cantidad de meditadores que la han mantenido viva son incalculables.

En la actualidad existen métodos occidentales de meditación adaptados a todo tipo de contextos: empresariales, universitarios, de salud, educativos, artísticos, etc. En revistas científicas se publican cada vez más estudios que corroboran el aumento de la calidad de vida que conlleva su práctica. Sin embargo, para entender el auténtico potencial del fenómeno meditativo, éste ha de ser vivido, experimentado y puesto a prueba. Desde meditaciones de cinco minutos todos los días durante un mes, hasta retiros de dos semanas en completo silencio; desde costosos métodos americanos anti estrés, hasta la repetición de exóticos mantras en grupo… todos tienen en común que ejecutados adecuadamente nos proporcionan un conocimiento empírico y directo de nuestros mecanismos de percepción e interacción con el mundo.

Resumiendo mucho, podemos decir que la meditación es un método de conocimiento basado en el desarrollo de la capacidad de dirigir y mantener nuestra atención. Empezando por concentrarnos en objetos sencillos hasta llegar a la indagación de los procesos más sutiles y esquivos de la mente. El conocimiento derivado del proceso meditativo se fundamenta por un lado en la observación directa de aquello que capta nuestra atención en un primer momento y, por otro lado, en el propio mecanismo de percepción de dicho objeto. No es tanto un proceso discursivo como la observación y el entendimiento de ese proceso por el cual captamos la existencia y la captamos de una manera y no de otra.

Meditar no es tanto reflexionar como tomar consciencia; tomar consciencia de todo lo que sucede en mí cuando me paro a observar algo con detenimiento; cómo me siento, qué pienso, qué le sucede a mi cuerpo, qué implicaciones tiene para mí, recuerdos, sensaciones, sentimientos, ideas, asociaciones libres, rechazos, filias, imágenes, recuerdos, expectativas, valoraciones… El fenómeno de la percepción es muy complejo y rico. Un ejemplo de ello lo tenemos cuando vemos nuestra propia imagen reflejada en un espejo. En realidad, nadie percibe la imagen objetiva que le devuelve la superficie pulida, sino un conjunto de distorsiones que nuestro propio pensamiento genera dependiendo de cómo nos sintamos ese día. Cuanto más emocional sea nuestra relación con aquello que percibimos, mayor grado de distorsión sufre nuestro conocimiento del mismo.

Nuestra experiencia nos proporciona un marco de referencia para captar según qué cosas. Nuestros esquemas mentales colorean nuestra percepción a todas horas y hasta límites insospechados. Percibimos sólo determinados aspectos de la realidad que por algún motivo reconocemos y resuenan en nosotros. Contribuimos de una manera radical e inconsciente a que la realidad sea como es.

El fenómeno de la consciencia es el más esquivo con diferencia de los fenómenos conocidos y sin embargo el núcleo mismo de las técnicas meditativas. La práctica meditativa nos invita a explorar en primera persona, el mecanismo por el cual tomamos consciencia de determinados aspectos de la realidad y no otros.

Podríamos decir que la meditación es también un método de purificación y perfeccionamiento de los procesos mentales. Proporciona perspectiva, claridad, tolerancia, desafectación, estabilidad e incluso objetividad a nuestros procesos intelectuales y creativos. Nos ofrece la posibilidad de tener una experiencia enriquecida, no dependiente del espacio ni del paso del tiempo; una oportunidad excepcional de ser testigos de cómo la realidad cambia ante nuestros ojos, de trascender lo cotidiano y encontrar lo extraordinario en cualquier lugar donde descansemos la mirada.

 

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